El dilema shanzhai, parte II: todos somos un poco shanzhai

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«Los fabricantes chinos de los productos shanzhai, ¿cumplen con las normativas y requisitos medioambientales, de condiciones laborales y de seguridad en los centros de trabajo, tal y como se exige a los grandes fabricantes de los productos originales?»

Esa fue la pregunta planteada al ponente chino que dio la charla sobre China del post anterior, del cual este es continuación.

La respuesta en el turno final de preguntas fue el colofón a la altura del ya de por sí peculiar mundo shanzhai. Fue una respuesta tan breve como esclarecedora:

Las empresas que fabrican y ponen en el mercado chino y mundial estos productos se instalan y desaparecen en cuestión de semanas.

En ese plazo que insisto, se mide en semanas, las empresas instalan los equipos, acomodan al personal y hacen acopio de los materiales necesarios, fabrican su determinado producto (ropa, teléfonos, zapatos, juguetes, aparatos electrónicos, perfumes,…) y desaparecen con el producto terminado que va directo al mercado.

Esto les permite operar al margen de toda ley. Esto incluye la regulación de patentes y propiedad industrial que son el principal motivo de pleitos con las grandes multinacionales propietarias de los diseños originales pero, también toda la normativa laboralmedio ambiental, de seguridad y salud en el trabajo e incluso la de seguridad y salud pública del producto.

Desde el punto de vista chino, esto se traduce en una ventaja competitiva decisiva de estos productos en cuestión de precio en cualquier lugar del mundo. El gobierno chino lo sabe y por eso va luchando (sin muchas ganas) para resolver esta situación. Mientras, de todo ello se va favoreciendo el gigante asiático. En una palabra, chinos haciéndose el sueco.

Desde el punto de vista de las grandes multinacionales propietarias de los diseños y patentes originales, se trata de una competencia desleal, por los motivos explicados dos párrafos más arriba: de repente alguien se adueña de los diseños en los que tanto dinero han invertido, ese alguien copia su producto de forma clandestina, en ausencia de unas condiciones laborales e industriales que a ellos sí se les exige por todas partes y se encuentran con una burda imitación de sus propias marcas a un precio con el que no pueden competir en ningún mercado.

Hay un tercer punto de vista, el del ciudadano destinatario, el potencial cliente de los productos shanzhai. Cualquiera de nosotros.

El dilema que se nos plantea es automático y múltiple: sabiendo el decadente modo de fabricación en la mayoría de estos productos, decidimos comprarlos por una cuestión de precio. No sólo eso, si no que las grandes campañas de activismo reclamando responsabilidad parece que van destinadas únicamente a las grandes corporaciones occidentales que son, en respuesta a esta presión, las que más están mejorando las condiciones laborales y de seguridad en los países emergentes donde se instalan.

En este contexto ¿no es nuestra actitud un poco falsa? ¿de ”postureo”?.

¿No somos nosotros mismos un poco shanzhai?

3 comentarios en «El dilema shanzhai, parte II: todos somos un poco shanzhai»

  1. No se porqué, pero después de leer la primera parte del artículo, albergaba ciertas esperanza en leer una respuesta diferente. Algo así como «Se intenta cumplir con la normativa en todo lo posible» o algo más dirigido al futuro «Aunque reconocemos que hay mucho trabajo por hacer, cada día son más las empresas con conciencia en estos temas», …..

    Sin embargo, tristemente veo como mis esperanzas eran totalmente infundadas. Y lo peor, me temo que desde los estamentos europeos no se va a tomar ninguna medida al respecto, más allá de la incautación de cuatro contenedores con ropa y «chuches» como lavado de imagen. Son demasiados los favores económicos que se les debe pagar a los «magnates» chinos y al mismísimo gobierno, por lo que la entrada de este tipo de productos a Europa, me temo, que no hará otra cosa que aumentar.

    Maravilloso artículo David.

    1. Gracias José Manuel por tu comentario.

      Eso mismo me llevo preguntando desde hace tiempo. Tras décadas de esfuerzo regulando en todos los ámbitos, resulta que -no se por qué motivos- colectivos de determinados países parecen estar margen de todo ello. No sólo vulnerando los acuerdos internacionales cuando actúan dentro de su propio país, si no las normas de los países de destino cuando deciden emigrar.

      Creo que este, y otros asuntos a mejorar, lo harán con el tiempo más por la presión social que por los sistemas impuestos por los propios estados.

      Responsabilidad social, como has dicho en Twitter, por parte de todos. Desde individuos hasta organizaciones.

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