Estamos todos viviendo unos días de fuerte incertidumbre: No sabemos qué va a pasar con nosotros ni nuestros familiares o amigos; nos sentamos a ver noticias que cambian de un día para otro; nos muestran estadísticas que sospechamos que probablemente no se ajusten a la realidad dada la falta de tests; desconocemos cuánto durará esto; dedicamos el tiempo con altibajos de positivismo y humor a veces, y pánico e inseguridad otras. Miramos un artículo que nos dice que el coronavirus ha frenado las muertes por contaminación, y que el efecto neto es menos muertes aunque la contaminación pueda agravar la enfermedad; Otro artículo, u otro audio, nos dice que los sanitarios están entrando en crisis por la falta de material y la saturación de los hospitales; Otro nos habla de lo claras que están las aguas de Venecia estos días; Nos damos cuenta del esfuerzo que hacen muchos para enfrentarse a la enfermedad y paramos para aplaudir; O se nos ocurre ojear cómo va la economía (tragamos saliva)… La culpa varía: Sánchez, los chinos, los animales, el vecino, el rey, las secuelas del gobierno de Rajoy, el ser humano y sus malas decisiones…
Lo bueno de todo esto, sea por el tiempo disponible o por el incentivo para hacerlo, es que estamos pensando, como especie, en todo el mundo, en direcciones similares. De algún modo nos estamos dando cuenta de que esta situación, u otra similar o peor, puede volverse a dar, y tenemos que prepararnos para ello. Y esa anticipación requiere ser conscientes de cuáles son las principales amenazas, entender bien las causas para intentar prevenirlas y entender bien las consecuencias para intentar mitigarlas.
El coronavirus nos está dando la oportunidad de ver que incluso en el triángulo «obvio» virus malo-> contagio-> tomar medidas hay un montón de variables que están escapando a nuestro control (como es la reacción social o la falta de suministros) y que puede tener consecuencias inesperadas o positivas (como la reducción de la contaminación). Muchos hemos pasado por la fase «es sólo una gripe» y por la fase «cerrar los colegios 15 días no vale para nada» y luego nos hemos dado cuenta de que igual nos faltaba información. Yo ahora estoy en la fase en la que pienso que los casos empezarán a bajar por la cuarentena y luego tendrán un pequeño repunte cuando vayan levantándose medidas, y puede que también me equivoque. Es toda una lección de humildad.
La parte de mí que quiere mantenerse positiva con la especie clama a gritos que tenemos que dejar de lado las diferencias e intentar aferrarnos a lo que podemos construir juntos, o pensar en qué modo podemos poner, cada uno, de nuestra parte. No alimentéis mierdas porque hemos comprado papel higiénico suficiente para limpiarlas (al menos temporalmente); sed críticos con la información que recibís antes de divulgarla; dedicad un par de minutos a pensar las posibles consecuencias de nuestras decisiones en los demás; no os dejéis arrastrar por el pánico; racionalizad la situación; reflexionad; y quedaos en casa y limpiaros las puñeteras manos.
Está en nuestras limpias manos la capacidad de reajustar la sociedad a nuevas realidades, y este es un buen momento para hacerlo.
Buena reflexión, un llamamiento a la cordura!
¡Muchas gracias Dip por el comentario! Un abrazo