Hace unos días estuve en el Instituto Aragonés de Seguridad y Salud Laboral (ISSLA) grabando una edición de los innovadores podcasts del Instituto, junto con Juan Antonio Molina (técnico del ISSLA detrás de la iniciativa)
*Un día volveré a hablar de la acertada estrategia del ISSLA basada en el uso inteligente de la tecnología, una propuesta de valor diferencial en el sector de la seguridad y salud, tanto en el ámbito público como privado 1. El planteamiento del Instituto merece varios artículos.
La convergencia entre la sostenibilidad y la seguridad laboral es un asunto que llevo estudiando desde hace varios años, desde que emergió en 2012 el caso de las condiciones laborales en los suministradores chinos de Apple 2. Como ocurre con casi todos los esquemas de gestión de reconocido prestigio, son las grandes corporaciones globales las pioneras y las que marcan el camino tanto de la industria como de los propios estándares para, paulatinamente, ir calando en otros sectores y en empresas de menor tamaño hasta que, finalmente, los estándares alcanzan (re)conocimiento y prestigio masivo. Este mismo patrón se ha producido en los esquemas de sostenibilidad y responsabilidad social.
Una de las características de la sostenibilidad -en su concepto más amplio- ha sido su tremendo éxito de penetración en diversos ámbitos: la sociedad, las empresas y organizaciones en general, y en los entornos académicos. Este éxito de opinión y aceptación pública (en la sociedad), implantación como modelo de gestión a nivel estratégico (en empresas y organizaciones) y consenso y difusión académica, no ha sido así en el campo de la seguridad y salud, ni mucho menos. La cultura preventiva ha sido un auténtico mito hasta hace bien poco tiempo, especialmente en las empresas y la sociedad 3.
Muy ligadas al concepto de responsabilidad social, las estrategias de sostenibilidad llevan funcionando en las organizaciones desde tiempo similar a las normas de satisfacción del cliente (década de 1990). Una de las claves del éxito de estos planteamientos es que utilizan un lenguaje y herramientas íntimamente relacionadas con la gestión estratégica de las empresas, e.g.: análisis de las partes interesadas, identificación, evaluación y priorización de impactos o el estudio del contexto. Estos son conceptos que los directivos entienden muy bien, lo que incrementa el consenso en el análisis de situaciones, el alineamiento de objetivos e indicadores de rendimiento y, finalmente, la incorporación de criterios de sostenibilidad en la toma de decisiones a nivel estratégico en las organizaciones4
Este acertado planteamiento fue observado por los implicados en la redacción de estándares de gestión en otros ámbitos como la calidad o el medio ambiente, y los conceptos y herramientas mencionados en el párrafo anterior forman parte fundamental en las últimas versiones de los estándares ISO 9001:2015 (calidad) e ISO 14001:2015 (gestión medioambiental). Ahora, que la nueva norma ISO 45001:2018 de gestión de la SST se sume de lleno a este planteamiento es todo un hito, un salto cualitativo para disciplina de seguridad y salud y, al mismo tiempo, un reto para los profesionales en la materia, que tendrán que incorporar nuevas competencias (dominar conceptos, herramientas e incluso replanteamiento de su rol o el nivel de rigor profesional) para que su desempeño esté a la altura del nuevo contexto.
De todo ello, junto con algún caso de éxito como el de la empresa Protón Electrónica o el blog de la consultora PrevenControl, ello estuvimos hablando en la entrevista del Instituto que está disponible aquí: