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Que en el ámbito del trabajo hay desigualdad de género es algo bien sabido. En unos lugares más que en otros y en determinadas épocas más que en otras, las condiciones laborales de la mujer han sido, por lo general, peores o bastante peores que las del hombre.
Y así sigue siendo hoy en día, incluso en la pujante sociedad europea, donde las mujeres se encuentran en desventaja respecto a sus compañeros-hombres en todos los aspectos del trabajo: en términos de salario, reconocimiento y categoría profesional, responsabilidades desempeñadas y autoridad otorgada, horario o posibilidades de promoción.
Además, en último término, estas desigualdades por cuestión de género tienen derivaciones todavía más graves: las mujeres sufren más discriminación, acoso y violencia, están cada vez más expuestas a riesgos psicosociales, sufren más estrés y trastornos músculo-esqueléticos.
Hace dos semanas estuve en Bruselas en la Conferencia Internacional “Trabajo y Salud en la mujer”, organizada por el Instituto de Sindicatos Europeos (European Trade Union Institute, ETUI). Allí hablaron de estas y muchas otras cosas relacionadas con trabajo y mujer.
Pero de toda la información que se difundió, que fue mucha, hubo tres figuras sobre la desigualdad de género que me llamaron especialmente la atención. Unas por la rotundidad con que un gráfico refleja una realidad abrumadora (cantidad) y en otros casos porque califican algunos valores de la sociedad (en términos de calidad). Son estas:
1. Menos trabajo reconocido, pero más trabajo en total
El gráfico a continuación muestra el porcentaje de empleados de 15 a 64 años que trabajan a tiempo parcial. Se encuentran ordenados por Estados Miembros de la Unión Europea. En rojo, hombres. En azul, mujeres. El resultado se explica solo.
En una interpretación simple de esta figura, alguien puede pensar que esto es incluso bueno. Qué suerte para ellas, que trabajan menos que los hombres, no!?.
Sin embargo, ni siquiera este planteamiento es válido: si se suma el trabajo formal y el desempeñado en tareas domésticas, resulta que las mujeres trabajan más horas por semana que los hombres:
Además, estos dos gráficos ofrecen un indicio de otra realidad probada: la errónea interpretación de los trabajos a tiempo parcial. Si te fijas, la menor cantidad de horas remuneradas trabajadas por mujeres que por hombres (en el segundo gráfico, barras en azul) no guarda la misma proporción que la reflejada en el primer gráfico. Es decir, los trabajos a tiempo parcial muchas veces se amplían durante varias horas más de trabajo fuera de contrato.
2. Si eres mujer, da igual tu nivel de estudios: te van a intentar joder igual
Ya disculparás por poner la palabra “joder”. Hubiera quedado mejor “te van a tratar igual” y así he pensado en ponerlo. Pero después de todo lo escrito hasta ahora, hubiera sido algo cínico escribir las palabras “tratar igual».
Este gráfico de barras muestra la presencia de acoso psicológico según el nivel de estudios y el sexo.

Como puedes observar, en el caso de los hombres, el porcentaje de acoso disminuye gradualmente según mayor es el nivel de estudios.
No es que el nivel de estudios sea razón para acosar más o menos a un trabajador. Ese es un tema aparte. Pero la realidad es que, mientras en el caso de los hombres el nivel de estudios es un factor que influye en el acoso, en el caso de la mujer no es así, dándose incluso la paradoja de que las mujeres con estudios universitarios sufren incluso más acoso que las mujeres con estudios de primaria.
Es decir, mientras que a un hombre se le respeta según su nivel de formación, a una mujer, no. Y esto mismo ocurre cuando se habla de categoría profesional y posición dentro de la organización.
3. No están locas: es la desigualdad, estúpido
En este contexto, no es de extrañar que aparezcan datos como los mostrados en las dos siguientes figuras. La primera, muestra el porcentaje de salud mental en situación de riesgo en función de la profesión. En azul, los hombres. En rojo, las mujeres. La diferencia es, de nuevo, significativa.

Los factores psicológicos son, como ves, relevantes, pero no son los únicos. Las características de los trabajos mayoritariamente asumidos por mujeres (sanidad, cuidado de dependientes, hogar, limpieza, educación, administración pública, restauración,…) añaden otro tipo de riesgos como los sobre-esfuerzos, exposición a agentes químicos y físicos, movimientos repetitivos, fatiga postural, agentes biológicos, etcétera.
“Esto pone en cuestión la idea equivocada de que el trabajo de las mujeres es menos exigente desde el punto de vista físico y mental. La combinación de riesgos físicos y organizacionales, la relación entre el trabajo remunerado y no remunerado de las mujeres, junto con la exposición a riesgos combinados y la dificultad de encontrar un trabajo estable y su impacto en la seguridad y salud de las mujeres, debe ser estudiado próximamente” (EU-OSHA, 2014)
El resultado final es que las mujeres tienen más problemas de salud y peores niveles de bienestar que los hombres, sea cual sea la actividad desempeñada.

Esto, lo que revela es un dato que ya no es que cuestione los valores de las organizaciones -públicas y privadas- respecto del género de los trabajadores. Las condiciones de trabajo de las mujeres evidencian un desempeño muy deficiente y poco profesional de las funciones de recursos humanos y seguridad y salud laboral, que han dejado de lado a todo un colectivo de trabajadores, el femenino, nada menos.
En este contexto, no es de extrañar que la igualdad de género se esté convirtiendo en un punto clave, casi obsesivo, para las organizaciones, empezando por las administraciones europeas, acuciadas por una pirámide de población absolutamente insostenible con las actuales políticas laborales y sociales. Pero este es otro tema.
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