El lado oscuro de… nosotros

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Creo que a estas alturas no tengo que explicar a nadie que vivimos en un mundo complejo, lo sabemos todos de sobra. Y para manejarnos en él, asentamos nuestra realidad sobre pilares de conocimiento que nos permiten tener cierto control funcional sobre lo que nos rodea, y que constituyen una especie de “zona de confort” mental que asociamos a seguridad, control y pertenencia.

Esto está muy bien mientras nuestros pilares sean sólidos. Si son demasiado altos y estrechos, alimentados únicamente por allegados con visión afín, serán válidos sólo en entornos muy delimitados. Y si la argamasa que sostiene la estructura es endeble pues…bueno, creo que se entiende la analogía.

La autocrítica, quizá por la necesidad psicológica de pisar suelo estable, es el escepticismo más difícil de ejercer. Supone llevar un control continuo de la integridad de la estructura de cada pilar y, aunque encontrar fallos estructurales en nuestra percepción del mundo nos da la opción de repararlos y afianzar nuestro conocimiento, también produce miedo por el reconocimiento de la fragilidad. Eso sí, si conseguimos enfrentarnos a ese miedo y reparamos los pilares deteriorados a medida que recibimos información nueva, nuestra percepción del mundo madura y nuestra base se hace más sólida.

“La confianza sin humildad es arrogancia, y la humildad sin confianza autodesprecio”. Fuente: https://www.sarahkpeck.com/2011/07/humility-and-confidence-do-you-have-both/

Curiosamente, los niveles más elevados de falsa confianza (o arrogancia) coinciden a menudo con niveles bajos de conocimiento, cuando se desconocen factores relevantes de información y llegamos a conclusiones categóricas con sólo una parte del todo (no hace falta buscar demasiado para encontrar ejemplos de este efecto, el maravilloso mundo de internet está lleno de ellos).

A medida que nos encontramos con otras fuentes de información se hace más difícil sacar conclusiones claras, pues no sólo somos más conscientes de lo que sabemos, sino también de la cantidad de cosas que desconocemos. Pese a que muchos tienden a aferrarse irremediablemente al «pilar conocido», enfrentarse a argumentos distintos a los propios, razonados y razonables, puede ser muy enriquecedor y una buena cura de humildad, siempre que haya una base de respeto.

Fuente: https://germansarasua.wordpress.com/author/lamorsamarina/page/3/

Pero la cantidad de información disponible es inabarcable, así que todos ponemos filtros que la reducen enormemente: nos informamos sobre lo que nos interesa, lo que nos gusta, lo que nos es útil, lo que está de acuerdo con nuestro punto de vista, lo que nos llama la atención. Pero tristemente la calidad de la información no suele ser el filtro que mejor aplicamos. Quizá porque es un filtro que suena abstracto, o quizá porque requiere más trabajo.

Ser conscientes de cuáles son nuestros filtros o sesgos más habituales es un primer paso vital para sanear nuestra estructura y evitar las manipulaciones. Una vez hecho esto, si no queremos hacer el esfuerzo crítico de analizar la información, al menos es importante ser humilde sobre ello. Si tenéis la voluntad para seleccionar por calidad ayuda mirar qué datos/fuentes avalan cada afirmación, de qué forma se han analizado, o si se han llegado a conclusiones similares siguiendo distintas rutas (contrastad la información). La solidez que avala cada afirmación será mayor o menor, porque normalmente lo que sabemos no es blanco o negro, pero ayudará a nuestra causa.

La importancia de todo esto está en que vivimos en un mundo en el que la arrogancia, el egocentrismo y esa forma extraña de desprecio al conocimiento que es la equidistancia forzada campan a sus anchas; donde los argumentos que ponen de relieve las fallas de los pilares altos y estrechos de grupúsculos sectarios, retroalimentados en sus propias creencias, son considerados ataques a su integridad; y como uno no puede exigir aquello que no ofrece, probablemente deberíamos buscar la forma de que nuestro ladrillo sirva para construir, y no como arma arrojadiza.